Para mí ha de ser perfecto, que seas el hijo de mis viejos

Y si, hace cuatro años nació ese piojito que vino a desordenar nuestro desorden organizado. Ya sé que mucho de vos no entiendo, que nos llevamos trece años, si trece. Y podríamos decir que es mucho, como para que yo entienda de tus cosas, tus berrinches y que “no queres una novia que juegue a la masa al lado tuyo”. Y yo mejor no te hablo de mis cosas, porque seria mucho ¿No? Tengo que admitir que cuando me entere que ibas a nacer me puse “contenta”, después me dio miedo, era algo raro. Ya no íbamos a ser dos, éramos tres. El nombre, como te ibas a llamar ¿Será nena? ¿Será nene? Y bueno, fuimos los cuatro, digo cinco, a la ecografía. El doc nos dijo que eras un nene. Antes de cruzar la puerta, con Andy nos miramos “¿Marcos?” “Si, Marcos.” Y ahí quedo tu nombre. Y ahí quedo el tema, hasta que naciste y te fuimos a conocer. Lo primero que dijimos fue que eras feo (si lo eras y muy) Parecías un bull dog todo rojo. Pero igual, tu eras brillo, tu eras sol, eras un dije. Y nos tuvimos que acostumbrar, a tus llantos tus juguetes, tus caprichos, tus películas, los recitales a las ocho de la mañana que no discriminan Sábados y Domingos. Pero risueño, triste o chinchudo, tenerte cerca me ayuda. Porque es tu abrazo el que me hace sentir viva, tu sonrisa el dispositivo que ejecuta mi entusiasmo. Y aunque tu nacimiento fue el final de la vida como la conocíamos, sos algo hermoso, y te amo más de lo que digo o demuestro. Felices cuatro añitos bombón!